Capítulo 3
CHATARRA EN EL FREEZER


La inclusión de este capítulo tiene directa relación con el anterior ya que es en la Antártida donde se descubre por primera vez el "agujero de ozono" y es justamente este frágil continente, uno de los más afectado por el calentamiento global y su consecuencia, la licuefacción de los hielos.

La preocupación nos lleva a tratar la forma con que la acción del hombre pone en peligro el equilibrio ecológico de esa incomparable región del planeta.
El Continente Antártico parece haber quedado algo olvidado, casi siempre centramos la mira en los bosques tropicales, en la superpoblación o en la contaminación sin ver que no son problemas puntuales sino parte de una red en la que la Antártida integra su malla.

Catorce millones de kilómetros cuadrados, cuatro veces la superficie de Europa, están allí para obligarnos a tenerlos en cuenta, por eso este capítulo intentará describir la agresión persistente de miles de personas que, desde las bases científicas o por la actividad turística, polucionan hasta niveles críticos.
Hoy este continente se encuentra en peligro, sólo el conocimiento de sus problemas y la decisión de los hombres que tienen en sus manos la solución podrán salvarlo.

Cuando la presencia del hombre es visible en casi todos los rincones de la Tierra es más que necesario salvar lo que aún queda intacto. Ver las impresionantes formaciones de la Antártida era imposible hasta hace algunos años, hoy mucha gente tiene la oportunidad de gozarlas.

Esta parte de nuestro planeta que aún se conserva en estado natural, a pesar del hombre, necesita una vigilancia constante para garantizar a las generaciones futuras que siga existiendo en estado virginal.
Su lejana ubicación geográfica no ha preservado al Continente Antártico de la contaminación que procede del resto del mundo y de la que se genera dentro de él.
Hay plásticos en sus costas, hay DDT en los huevos de las aves.

Hace sólo un siglo ningún hombre había pisado la Antártida, hoy millares de ellos ocupan bases científicas impactando a1 ambiente de formas muy variadas. Las bases se instalaron en los lugares que hoy ocupan por razones científicas o logísticas sin tener para nada en cuenta los efectos que esos emplazamientos causarían al hábitat natural de un considerable número de especies animales que sin ser muy rica en variedad, lo es en cuanto a la cantidad de individuos que las representan.

No es suficiente que los Comités científicos recomienden a sus investigadores que se comporten con suma precaución en ese ambiente que se caracteriza por su delicado equilibrio.
Tan sólo la construcción de una base provoca daños significativos por la modificación del hábitat local.
La energía y el calor que se genera desde la base emite gases, calor, polvo y ruido.
El inconveniente más grave que se suscita en la Antártida es la eliminación de residuos.
Los residuos de los laboratorios son arrojados al mar sometiendo a éste a constantes presiones destructivas.
Los barcos de aprovisionamiento muy a menudo tienen vertidos accidentales que contaminan el hielo.
Las pistas de aterrizaje para aeronaves también son un peligro por el alto impacto ambiental que surge de su especial construcción.
Las permanentes voladuras para nivelar el suelo y el ruido traen la muerte de la fauna, por lo que ya se nota una disminución de colonias, sobre todo en las aves.

El impacto no se limita al ecosistema terrestre sino que también afecta al "espectro electromagnético" por la excesiva cantidad de ondas de radio que interfieren las observaciones científicas.

Los residuos sólidos (restos de maquinarias) pueden no ser gratos a la vista pero no tienen mayor incidencia biológica.
Los residuos domésticos y humanos son arrojados al mar sin tratamiento alguno.

El verdadero y más grave problema lo constituyen los residuos radiactivos o aquellos que contienen metales pesados o compuestos orgánicos nocivos. Estos, según el Tratado Antártico, deben sacarse de la zona, pero ese mismo Tratado no impide el empleo de la energía nuclear, lo cual constituye un contrasentido además de entrañar un enorme peligro. Un ejemplo de ello lo constituye la clausura de la base Mc Murdo (Estadounidense) que después de una serie de accidentes nucleares tuvo que ser levantada con grandes gastos y miles de toneladas de tierra y roca contaminada que aún permanecen allí.

La eliminación de residuos en la Antártida pasa por las más variadas soluciones que van desde la quema al aire libre, el abandono en cualquier parte, la no clasificación y posterior separación y el encierro de residuos en contenedores metálicos que luego son arrojados al mar, sin contar con los incendios accidentales con la consiguiente muerte de fauna.

Un claro ejemplo es lo sucedido en la base australiana de Wilkes y Casey donde en una extensión de 2000 m2 se amontonaban latas, botellas, piezas de maquinarias y edificios, productos químicos, latas de soda cáustica con su contenido volcado en la nieve, tambores metálicos e incluso explosivos. El basurero de Casey constituía un verdadero peligro ecológico. Luego de ser denunciado el caso por un miembro del SCAR(Comisión Científica Internacional para la Investigación Antártica) la base Wilkes fue levantada quedando sólo la Casey. A partir de ese hecho Australia comenzó una importante campaña de limpieza.

Ante la vista de un vertedero en el mar un submarinista describió al mismo como un lugar "completamente muerto, con los sedimentos tan cargados de DFA (aditivo para combustible diesel) que resulta evidente que se ha producido un derrame". Dudó que tanto DFA pueda descomponerse en el futuro.

La presencia humana aportada por la llegada de permanentes contingentes turísticos trae otra forma de contaminación del ambiente e innumerables problemas a las bases por sus habituales pedidos de auxilio y costosas molestias al personal de investigación.
La delicada flora antártica también se ve afectada por los turistas ya que puede ser destruida con facilidad al tiempo que podrían propagarse enfermedades que afecten tanto a flora como a fauna al introducir nuevos organismos.
Por el momento el problema está medianamente controlado pero empeora con rapidez ya que esta actividad comercial se está realizando con singular éxito.

Otra de las amenazas que se ciernen sobre la Antártida es la posibilidad de explotación de sus recursos petrolíferos y mineros. Los países firmantes del Tratado Antártico ya lo dan por hecho. Reconocen el riesgo de contaminación por vertido de petróleo y por aumento de la actividad humana, pero parece que aceptan los problemas por unos años más de materia prima.

Nuevamente un negocio se antepone al bien ambiental que es el bien de todos.

¡ Lástima, porque del equilibrio Antártico depende el equilibrio de todo nuestro planeta!

Una de las soluciones sería declarar a la Antártida "Parque Mundial" lo que permitiría proteger contra la depredación humana su ambiente natural y de ese modo tratar de revertir los daños a largo plazo que se están llevando a cabo.

Este fascinante universo blanco se halla en inminente peligro, ya es hora de ponernos en acción.